"Ronaldo o la superación de Sísifo" por José Luis Pérez Triviño
Publicado en "El Mundo"
Las lágrimas de Ronaldo al recibir el merecido Balón de Oro pueden explicarse apelando a varias circunstancias, pero en mi opinión, básicamente se pueden entender por su historia de superación personal durante estos últimos años. Es muy posible que sin la presencia de Messi, Ronaldo hubiera logrado no su segundo sino su tercero, cuarto o quinto galardón como mejor jugador. Para su desgracia, le ha tocado vivir en un tiempo que será recordado por el dominio de Messi, y el hecho de desbancarlo y coronarse por encima haya sido para él su premio más preciado.
De alguna manera, la explosión de sentimientos que ayer sufrió el jugador madridista, poco dado a mostrar públicamente este tipo de emociones, puede comprenderse con una analogía con el mito griego de Sísifo. Según narra Homero, Sísifo, antiguo rey de Corinto, fue obligado a cumplir un castigo que consistía en trasladar una piedra enorme cuesta arriba por la ladera empinada de una montaña, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio, una y otra vez, así eternamente.
De alguna manera, éste ha sido el castigo de Cristiano durante cuatro años: realizar temporadas primorosas de buen juego, de cuantiosos goles, pero cuando estaba a punto de colocar la piedra en la cima, esta caía rodando de nuevo, porque aparecía la descomunal figura de Messi que le arrebataba la cima de la gloria. Y de nuevo tenía que empezar la temporada con la carga de llevar la piedra a la cumbre de la montaña. De ahí, el gesto contrariado, casi agrio, que se le quedaba al ver como recibía el deseado galardón el jugador que le estaba impidiendo entrar en el Olimpo de los dioses futbolísticos. Y por eso también, su incapacidad para expresar verbalmente el reconocimiento del merecido galardón para el jugador argentino.
Precisamente porque Messi ya forma parte de la caterva de los dioses ha podido mirar con cierta condescendencia olímpica que el premio esta vez haya ido a parar al humano Cristiano Ronaldo. Incluso ha podido reconocer con una sonrisa en la faz que el portugués merecía el Balón de Oro.
Las lágrimas de Ronaldo no sólo quedarán como el recuerdo principal de la ceremonia del Balón de Oro 2013; también han servido para mostrarnos un Ronaldo hasta ahora desconocido. Estábamos acostumbrados a verlo en el campo de juego con un gesto de prepotencia y de superioridad en sus actitudes y ademanes... como si ya formara parte de los elegidos, como un adonis entre los dioses.
Esa asimetría entre la realidad y el deseo (por alcanzar) es la que permite explicar la antipatía que goza entre las aficiones rivales. Pero las lágrimas han delatado su condición de ser terrenal. Paradójicamente, su explosión emocional ha despertado cierta simpatía entre los aficionados (madridistas o no), al revelarnos un rasgo característicamente humano: la fragilidad.