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Persona y educación física. Por José Javier Fernández Jauregui

La educación tiende a favorecer las cualidades del ser humano para hacerle capaz –darle la libertad real- de desempeñar en lo posible su forma óptima de vivir. No se trata pues de alcanzar alguna habilidad material, intelectual o profesional, sino de alcanzar lo que calificamos de una vida lograda, de alcanzar a ser calificada como una persona buena, no simplemente una buena persona. No podemos hablar en serio de educación musical, física, deportiva, matemática, lingüística… si no nos referimos en realidad al poso que cada una de ellas pretende dejar en el alumno que le facilite llegar a la plenitud de la personalidad humana. Siendo la persona humana un ente complejo, se hace difícil encasillarla en una definición. No nos satisface la noción de animal racional. Ni siquiera la de inteligencia sentiente, ni espíritu encarnado ni cuerpo espiritualizado… A las personas humanas nos interesa saber “quién” somos, mucho más que saber “cómo” o “qué” somos. No nos interesa tanto saber el mecanismo eléctrico que hace funcionar nuestro corazón como saber por qué se pone a vibrar de emoción cuando nos encontramos ante la persona amada y no tanto ante el resto de las personas. No nos interesa tanto saber los años que tenemos sino el bien que hemos de hacer en adelante para alcanzar la mayor felicidad posible antes de la muerte segura. Algo que sabemos que hemos de hacer nosotros y que ningún otro podrá hacerlo. A la larga, se nos juzgará según las obras que hayamos hecho o dejado de hacer voluntariamente en servicio de la humanidad contemporánea. La educación física parte de una antropología en la que la corporeidad es una dimensión importante de la persona humana. En algunos casos se ha podido interpretar que la educación física era contraria a la educación personal, considerando que lo importante en la persona era el aspecto racional. Otras veces se toleraba la educación física considerándola como una educación compensatoria, sólo útil en cuanto constituía un descanso saludable para el verdadero trabajo de la inteligencia que era el propiamente humano. En el siglo XX la filosofía antropológica pasó a estudiar qué es la persona humana a partir de sus manifestaciones, de su acción o trabajo, en lugar de fijar excesivamente su atención en sus principios constituyentes o esenciales tan estudiados en la filosofía clásica: esencia y existencia, materia y forma, sustancia y accidentes. De este modo, la fenomenología puso al descubierto la mayor importancia de algunas dimensiones de la persona como pueden ser la vida corporal, el corazón y los sentimientos, la subjetividad, la libertad, la temporalidad, la conciencia y la relación social, dando paso a una nueva forma de pensar sobre la persona humana que ha influido notablemente en el concepto y en la vocación del hombre y, por lo tanto, en la educación. De esta manera, la educación actual no trata de educar sólo la mente de las personas, sino a toda ella: cuerpo, corazón e inteligencia. La educación emocional y la educación corporal son aspectos que no descuida ningún educador personal. La educación física ya no trata por tanto sólo de los aspectos físicos del cuerpo, sino que estudia las tendencias y el obrar de la persona en sus manifestaciones corporales que le ayudan a conocerse mejor y a llegar más fácilmente a su desarrollo integral, facilitando así que la persona esté capacitada para lograr su plenitud a base de realizar acabadamente lo que ve con su inteligencia que debería hacer por el bien propio y el de la sociedad. Podemos pensar que la educación física clásica enseñaba principalmente los aspectos corporales desde el punto de vista material: aspectos médicos (aspectos relacionados con la salud física: anatomía, fisiología, biomecánica, rendimiento, adaptación, progresión, descanso, stress …). También trataba de aspectos relacionados con la naturaleza: supervivencia, belleza del paisaje, aventura… La educación física actual trata de nuevos temas: la autoconciencia, la relación con los demás, las sensaciones (la impresión de mi presencia en los demás), las emociones (la respuesta de mi organismo ante las sensaciones), la expresión corporal, la creatividad, la autodeterminación, la participación social, la propuesta conjunta de objetivos deportivos, la aceptación de la diversidad y de la enfermedad, la búsqueda de la perfección… La educación física actual se ha de preocupar de ayudar al alumno a saber quién es y qué se espera de él. El encuentro con la madre y el padre constituye su primera llamada al agradecimiento por la vida manifestado en la sonrisa, una de las mejores expresiones corporales humanas. El cuerpo es la herramienta que usamos para que el alumno adquiera conciencia de sí mismo. De manera pasiva al sentir que su cuerpo es acariciado, volteado, lavado, alimentado. De manera activa cuando comprueba que sólo con una orden de su mente es capaz de mover un brazo, o la lengua, o que si cierra los ojos no ve, o que no puede estar sin respirar un minuto… No se trata de explicar al alumno la noción de materia y forma, de sustancia y accidente, de causa eficiente y causa final, sino de llegar por otros caminos más cercanos de la cultura actual a la conciencia de su situación única e importante en el mundo, en el que le espera una misión insoslayable: ser la alegría y el consuelo de sus padres, un trabajo profesional realizado en servicio a la sociedad y la transmisión de la vida en una nueva familia. La capacidad de responder libremente a esa misión que le es encomendada constituye una muestra de su dignidad. Si responde adecuadamente se va haciendo digno de ser llamado humano y si rechaza su responsabilidad de servir a los demás se convierte en un ser inhumano, insociable, egoísta. El alumno de hoy está más familiarizado con los términos de valoración de la conciencia, de la libertad, de la responsabilidad, de la autodeterminación, de la solidaridad creativa, de la superación, de la búsqueda de la verdad y la justicia y espera del profesor un buen ejemplo y estímulos para asumirlos en profundidad. La educación de los sentidos (lo mismo que la educación de las técnicas deportivas, de las tácticas, de los reglamentos de juego, del ritmo, de la expresión corporal…) ya no se puede entender como un aprendizaje al margen de la educación personal. Entendemos que cualquier aprendizaje sólo es humano, sólo es educación cuando el alumno toma parte activa y voluntaria en él. Esto significa que al menos implícitamente el alumno desea libremente formarse, realizar las acciones que le permitirán adquirir los hábitos buenos con los que prepararse para el trabajo y la vida social útil, mejorando el ambiente natural y el ambiente social, laboral y cultural. Así entendemos que poner a los alumnos a realizar una prueba de 1000 metros lisos ( o hacer “la vertical de manos”, o nadar 50 m en un minuto, o trepar una cuerda…) no será educativo si el alumno no ha captado su interés para sí mismo: para mejorar su condición física, para motivar a los compañeros a seguir entrenando, para eliminar toxinas, para divertirse, para compararse con el test anterior y tomar las decisiones que convengan, para disfrutar de sus capacidades motrices, para compartir esfuerzos con los compañeros … El hombre descubre pronto no solamente que tiene cuerpo, sino que lo tiene de una manera especial. No lo tiene como puede tener un instrumento externo (un pincel, un coche, un vestido): mi cuerpo es una parte sustancial de mi personalidad y sin él no existo. El respeto al cuerpo desde el primer momento es un deber que tenemos hacia nosotros mismos y hacia cualquier otro ser humano, desde nuestra concepción hasta la muerte física. Desarrollar las capacidades sensibles y motrices es una primera tarea de la educación física, a la que seguirán las tareas que facilitarán el uso de esas capacidades en el desarrollo de su vida profesional, familiar, social y cultural: de su vida como ser humano, como persona única, como un ser que desea vivir feliz eternamente y transmitir esa misma felicidad a los demás. No permitamos que la educación física se convierta en una cuestión económica, que su supervivencia en la educación reglada se deba sólo a ser el fundamento de la gloria del deporte profesional para beneficio del capital y del espectáculo. Sólo con una buena educación física cada acto deportivo se convertirá en un acto de fraternidad humana y de búsqueda de superación en beneficio de la sociedad y de la paz universal. Javier F. Jáuregui jjavierjauregui@gmail.com 17 marzo 2014

Asociación Española de Filosofía del Deporte

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